martes, marzo 01, 2011

Antología del pensamiento libertario


Libertarios, Antología de anarquistas y afines para uso de las generaciones jóvenes. Así se anuncia este libro recopilado por el profesor Carlos Taibo, publicado por los Libros del Lince. Y eso es lo que vamos a encontrar en él, algunas reflexiones de algunos de los clásicos libertarios como Malatesta, Kropotkin, Bakunin, Proudhon, Berkman, Reclus o Emma Goldman; pero también de autores más cercanos en el tiempo como Chomsky, Zerzan, Bookchin o Goodman; e incluso de marxistas heterodoxos como el consejista Pannekoek, Cornelius Castoriadis, Pierre Clastres o Rosa Luxemburgo.

Pero qué encontrará quien se adentre en la lectura del libro. Pues parecerá simplista, pero nada más ni nada menos que la perenne actualidad del anarquismo. Desde algunas escuelas ideológicas se ha tendido a acusar al anarquismo de simplismo o de escaso trabajo intelectual. Algo que cualquiera que hubiera dedicado un poquitín de su tiempo a leer por ejemplo a Kropotkin sabe que es una tontería como otra cualquiera, pero ya se sabe que cuando un simplismo se repite mil veces acaba cuajando en el subconsciente colectivo. Y sin embargo leyendo este libro fácilmente se dará cuenta quien lo lea de que las reflexiones que aquí se recogen no son sólo interesantes para diagnosticar los problemas de la época en que se escribieron, si no que sorprendentemente continúan siendo válidas, tanto en análisis como en propuestas de acción, para los momentos actuales. Incluso las predicciones realizadas hace tiempo son en la mayoría de los casos más que acertadas a día de hoy.

Taibo se ha limitado a recopilar los textos y a estructurarlos en diversos apartados para dar una coherencia mayor a la lectura. Estos apartados son básicamente la propia teoría anarquista, los conceptos de Estado, Poder y Democracia, la crítica del orden existente, la alternativa libertaria, y por último ecología, militarismo, mujer y educación. Por el camino encontraremos reflexiones y polémicas en torno al concepto de organización, sobre el papel del sindicalismo o incluso del municipalismo libertario.

Pero para finalizar este post, lo mejor será ceder la palabra a Murray Bookchin: “Cualquiera que sea dentro de unos años la validez de las ideas libertarias y de las no libertarias, el desarrollo histórico ha dejado sin peso, en los hechos, todas las objeciones formuladas contra el pensamiento anarquista. La ciudad y el Estado modernos, la utilización masiva de la tecnología del carbón y del acero propia de la revolución industrial, los sistemas más recientes y racionales, de producción en masa y de organización del trabajo, la centralización, el Estado y su aparato burocrático, todos ellos han alcanzado sus límites. Cualquiera que sea la dimensión de progreso y de liberación que hayan podido exhibir en el pasado, hoy son por completo regresivos y opresivos. Son regresivos, no sólo porque dañan el espíritu humano y le sustraen a la comunidad su cohesión, su solidaridad y sus rasgos ético-culturales: lo son además desde un punto de vista objetivo y ecológico. No sólo socavan el espíritu y la comunidad humanos, sino que hacen lo propio con la viabilidad del planeta y de todos los seres vivos.

Nunca se subrayará lo suficiente que los conceptos anarquistas que hablan de comunidades equilibradas, democracia directa, tecnología humanista y sociedad descentralizada –esos ricos conceptos libertarios- no sólo son deseables, sino necesarios. No sólo se insertan en las grandes visiones relativas al futuro humano: constituyen condiciones necesarias para la supervivencia del hombre. El proceso del desarrollo social ha hecho que dejen de responder a una dimensión ética y subjetiva para exhibir otra práctica y objetiva. Lo que otrora entendimos que era nulamente práctico y propio de un espíritu visionario hoy se nos antoja lo contrario. Y lo que en el pasado fue considerados práctico y objetivo se ha convertido en algo carente de practicidad e irrelevante en términos del desarrollo humano encaminado hacia una existencia más plena y liberada. Aunque concibamos la reivindicación de la comunidad, la democracia directa, la tecnología liberadora y humanista, y la descentralización como una simple reacción ante el estado de cosas actual –un vigoroso no frente al sí que hoy se hace valer-, estaremos obligados a preguntarnos objetivamente por las ventajas prácticas de una sociedad anarquista.

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