lunes, octubre 19, 2009

Ferrer i Guardia, 100 años de ignominia


Este mes de octubre se cumplen 100 años de la ejecución sumaria del pedagogo Francisco Ferrer i Guardia. Lo ideal hubiera sido escribir esta columna en su memoria hace algún tiempo, pero sentía curiosidad malsana por ver que tipo de recuerdo se le tributaba a esta victima de la en demasiadas ocasiones mezquina historia de España.

No hubo sorpresas. Fuera del mundillo libertario, la edición de alguna novela basada en su vida y algún artículo de opinión en la denominada prensa seria, nada de nada.

Y es que nada importa que la obra pedagógica de Ferrer fuera en su tiempo y todavía hoy admirada en muchos otros países. Su nombre aún bautiza colegios y calles en varios países de Europa. Pero aquí para recordarle habría que hablar no sólo de lo que hizo, que fue mucho (clases mixtas, educación racional, científica, laica, abierta a todas las clases sociales) si no también de lo que tuvieron que hacer para acabar con su obra:. Primero acusarle sin efecto de estar detrás del intento de asesinato de Alfonso XIII, pocos años después condenarle y ejecutarle por ser el padre putativo de una revuelta, la Semana Trágica, que buscaba acabar con la vorágine de muertos que entre las clases populares suponía la guerra en Marruecos. Sin duda Ferrer compartía los anhelos de esa revuelta, pero ser el instigador único era demasiado incluso para una persona como él. Sin embargo, sus ideas y su escuela, esas sí eran peligrosas. Por eso fue ejecutado.


miércoles, octubre 07, 2009

The actors' gang presents 1984


Tuve la oportunidad de asistir al estreno en Bilbao de la adaptación teatral de 1984, dirigida por Tim Robbins y llevada al escenario por su compañía The Actors’ Gang. Desde luego sería muy difícil decir que salí defraudado con el trabajo de los americanos del Teatro Arriaga.

La labor de la compañía americana estuvo sin duda a la altura del valor del texto que se le presupone a la obra de Orwell, pese a todos los impedimentos que el Arriaga se empeñó en poner por su parte. Impedimentos a los que al final dedicaremos unas líneas.

Hay dos virtudes en la obra de Orwell. Por un lado, Orwell anticipó en su novela buena parte de lo que la tele-realidad ha venido a convertirse décadas déspues. Parafraseando a Marx podríamos decir que Orwell denunció como tragedia lo que con el devenir del tiempo se ha convertido en mera farsa, pero lamentablemente los graves efectos del Gran Hermano han sido los mismos: alienación y adocenamiento en masa de la gran sociedad de consumidores y productores en la que nos hemos convertido.

En la obra de Orwell, el SupraEstado nos vigila a través de las telepantallas para que no osemos replicarle. En la realidad, las telepantallas nos deseducan para que dejemos de preocuparnos de las ocupaciones en las que invierten su tiempo quienes controlan el SupraEstado.

Pero la obra de Orwell va más allá. Y esto lo refleja bien la representación del Actors’ Gang. ¿Cual es el papel de la disidencia ante la difícil situación a la que se enfrenta? Desde luego no puede ser entregarse ciegamente a cualquier oferta de revuelta que se nos ofrezca por más estimulante que pueda parecer. De nada vale la disidencia, si no es personalmente reflexionada y menos si se ejerce digitalmente, es decir a dedo, de manera vanguardista y con líderes clandestinos y todopoderosos. Porque de esta manera se corre el riesgo de que la disidencia no sea más que la válvula de escape que el propio sistema alimenta para atrapar las pulsiones latentes de quienes le rechazan. De ahí que el papel que juega O’Brien en la obra sea probablemente lo más interesante de la misma. Lo demás ya lo sabemos: pesimismo, imposibilidad de cambio real y humano, de huida. Todo ese negativismo que Orwell vivió en su propia realidad aparece con toda su crudeza en “1984”. (No olvidemos su participación en la experiencia revolucionaria de la Guerra Civil española de la mano del POUM y del movimiento libertario, y su combate a muerte con el comunismo soviético, y por extensión internacional, que traiciono decididamente aquella experiencia) Ese límite último en que se renuncia a toda dignidad para poder seguir siendo parte, ya muerta, del espectáculo.

Desde luego la representación no soslaya ninguno de esos debates y ofrece el realismo necesario para estimular el debate. Valió la pena la tortura a la que nos sometió el Arriaga durante las dos horas que “disfrutamos” de la representación. Reconozcamos en su haber que es difícil seguir una obra de teatro subtitulada (la representación se realizó en ingles) y atender adecuada y simultaneamente a los textos y a lo que sucede en escena. Pero me pregunto por qué se venden localidades, cierto que a precios económicos, en las que es difícil seguir cómodamente tanto lo uno como lo otro. Tan difícil que muchas personas consideraron que la única opción viable era hacerlo de pie desde los pasillos. Pero esa no es la historia ni de Orwell, ni del Actors' Gang.