lunes, marzo 22, 2010

Cuba


Hablar de Cuba es un tema incomodo para ciertas personas. He de reconocer que también lo es para mí en cierto sentido. La revolución cubana ha alcanzado logros innegables, más todavía si los comparamos con los países de su alrededor.

Pero a la par somos conscientes de muchos de sus errores e injusticas. La reciente muerte de un preso en huelga de hambre es un tema que nadie debería obviar. Mal camino sigue una revolución que permite que un albañil pobre muera de hambre en una de sus cárceles. Desconozco si era un importante líder opositor o un delincuente habitual como patéticamente lo ha calificado Granma. En cualquiera de los dos casos él no debería de ser una víctima de la revolución, si no una de las personas beneficiadas por la misma.

Hay quien dice que si el régimen de los Castro cae será la derecha más recalcitrante y los grandes capitales quienes tomen mando en plaza. Puede que sea verdad, pero en Cuba hay más de 60 personas presas de conciencia reconocidas por una organización tan poco sospechosa como Amnistía Internacional. Ninguna de ellas y de otras muchas que probablemente sólo ansían disponer de un poco más de libertad merecen ser olvidadas. En ningún lugar, en Cuba tampoco.