sábado, noviembre 19, 2011

Libre Pensamiento nº 69


Ya está en la calle el número 69 de la revista Libre Pensamiento correspondiente a otoño de 2011 con el siguiente sumario:

- Editorial.
- Cuando la mano aprieta: Por una salida federal a la despolitización europea. José María Portillo Valdés.
- Aspectos éticos de las tecnologías géneticas biomédicas. Lydia Feito.
- Espais en blanc. Materiales para la subversión de la vida.
- 15M. Recuperación de la esfera pública. Entrevista a Marta G. Blanco.
- La desarticulación de la negociación colectiva. J. Turrillo, C. González Tostado y D. Rejón Bayo.
- Sindicalismo hoy. ¿Momento de arriesgar? Colectivo Malatextos.
- Grecia, campo de batalla y experimentación. De la difusa indignación y la rabia a la conciencia de clase y el sindicalismo revolucionario. Nicos Xristidis.
- Inseguridad, control social y violencia de estado. Notas desde la Venezuela bolivariana. Nelson Méndez.
- La batalla del pensamiento. Un extraño viaje a través del intrincado laberinto del pensamiento. Paco Madrid.
- Virús, 20 años de edición y distribución alternativa. Virús editorial
- Ni apocalípticos ni integrados, sino todo lo contrario. (Dialogos sobre el uso de la tecnología). J. Ruiz y J Rubio.
- El cine y la última crisis (separando el grano de la paja). Jabi A.
De libros:
- Conceptos contra el olvido. Rafael Escudero (Coordinador).
- Breve historia del anarquismo vasco. Jtxo Estebaranz.

Total 90 páginas Din A4, papel couche por 5 €.

Puedes consultar los números atrasados aqui.

Texto editorial:

En nuestra sociedad todo está justificado, nadie es culpable y todo, hasta lo más aberrante, tiene explicación. Tanto más aberrante se vuelve la realidad, tanto más cínico e impúdico se vuelve el razonamiento y el mensaje. La participación, en distinto grado de responsabilidad, en el cinismo y aberración queda dentro de la normalidad, perfectamente compatible con el mantenimiento de la cara de ingenuidad benévola, el estatus de buen o buena ciudadana, el comportamiento correcto y sensible dentro de sus entornos…
Hace tres años, con cuatro millones de personas paradas, el problema más importante de nuestra sociedad era el paro, y a resolverlo se dirigían reformas laborales y Planes E y Renove tendentes a facilitar la contratación, reactivar la economía y crear empleo. Todo muy cínico y perverso, pero el paro estaba presente y constituía el centro del debate y del discurso. Hoy, con más de cinco millones de personas paradas, el paro no existe o ha dejado de ocupar espacio central en el debate económico. Aunque se mantenga como preocupación de la opinión pública nuestros problemas, los temas que centran el debate, son otros: cómo hacer frente a los mercados, las primas de riesgo…
Algo similar a lo sucedido con el paro viene ocurriendo con las condiciones de trabajo, en otro momento asunto de debate y hoy perfectamente asumido que cualquier trabajo, en cualquier condición y con cualquier contrato o sin él, es mejor que el paro.
Ahora lo que está en cuestión es el llamado Estado de Bienestar: sanidad, educación, subsidio de desempleo, pensiones… y frente a las propuestas de recortes se alza nuestra protesta, a veces con gran potencia, pero siempre impotente.
En éstas llevamos muchos años. Quizás nuestro problema es que solo damos respuestas, y no muy convencidas, a los ataques, olvidándonos de las propuestas y con escasa atención a los problemas de más calado. Detrás del paro, de la degradación de las condiciones de trabajo y del desmantelamiento del estado de bienestar, está la inviabilidad de nuestro modelo de desarrollo, con el capitalismo como protagonista.
No hay duda de que la propuesta socialdemócrata, en la que se inscribe esa defensa de derechos y garantías, es una propuesta equilibrada y sensata. El problema es si hoy (en la actual situación de crisis múltiple, en la que los límites ecológicos tienen un enorme peso y van a ir teniéndolo mucho mayor) esa propuesta es compatible con ese modelo de desarrollo y con el capitalismo. Todo parece indicar que no lo es, que en la actualidad no existe espacio para la socialdemocracia
ni, dentro de ella, para el sindicalismo tal y como se viene practicando. Basta ver la celeridad con la que el capitalismo responde a cualquier medida de privatización o de ajustes en lo social y laboral (medidas, en definitiva de más capitalismo) considerándolas insuficientes y renovando sus ataques en mayor grado de virulencia.
El capitalismo, siempre competitivo, siempre en guerra, en la situación actual próxima al límite de los recursos naturales (de modo especial los energéticos) incrementa necesariamente su belicosidad y la traslada contra lo sociedad.
Lo ha hecho siempre. Hasta ahora la población damnificada nos era lejana y eso nos permitía engañarnos y mirar para otro lado, hoy está a nuestro alrededor y todos nos sentimos amenazados. La declaración de guerra del capitalismo, hoy, nos alcanza directamente.
Sin embargo, ello no indica que la defensa del estado de bienestar, de las condiciones de trabajo y del empleo sea una opción equivocada. El debate entre propuesta socialdemócrata (defensa del estado de bienestar) y anticapitalismo puede resultar no operativo ni ser el planteamiento adecuado. La pregunta por el modelo de desarrollo puede venir a clarificar el debate.
Modelo de desarrollo y capitalismo no son cosas separables, pero sí diferentes. El primero nos abarca más a todos, muy directamente a una mayoría de nuestras sociedades, y a través de él nos incorporamos al capitalismo, o mejor, él nos incorpora a nosotros. Los intentos de levantar una propuesta anticapitalista desde la aceptación del modelo desarrollista han resultado banales e incluso sus resultados han sido contrarios.
Hay que buscar otros caminos. La defensa de derechos y garantías ha estado incluida dentro de ese modelo de desarrollo permanentemente expansivo en producción y consumo, quedando dentro de un pacto en el que ambos se reforzaban y que iba acompañado de una generalización, bien que desigual, del consumo.
Hoy ese modelo no se mantiene y la defensa de derechos y garantías hay que plantearla desde otro punto de partida, desde un planteamiento que incluya la austeridad, entendida de forma radicalmente distinta a como nos la están proponiendo.
El descenso de los niveles de consumo es algo que se ve venir. El capitalismo nos la está planteando en forma de mayores cotas de desigualdad, de desmantelamiento de derechos y garantías, de retroceso en las condiciones de trabajo y como estancamiento de una elevada tasa de paro, planteamiento que ataca a los sectores sociales más débiles y que equivale a una declaración de guerra en la que les está diciendo que sobran.
La defensa de derechos y garantías desde una opción que incluya la imprescindible resistencia a dejarse arrastrar por la lógica consumista capitalista implica poner en primer plano el reparto. A una situación de pleno empleo, por ejemplo, no puede llegarse a través de una reactivación económica que, además de imposible, no es deseable. Con el paro solo puede acabarse a través del reparto del empleo existente, poniéndolo por encima del mantenimiento de los niveles de consumo.
Hay que darle la vuelta al famoso eslogan popularizado por Sarkozy según el cual “hay que trabajar más para ganar más” y decir que “hay que trabajar mucho menos aunque sea ganando menos” para que los parados y los precarios tengan trabajo y sueldos dignos. Esta redistribución de la masa salarial disminuiría en muchos casos salarios individuales, disminución que no tendría por qué ser equivalente a la disminución de la jornada ni afectar de modo similar a todos los niveles salariales. El enorme agrandamiento de los abanicos salariales da suficiente juego para que los salarios más bajos, los ayer mileuristas y hoy ochocientoseuristas, puedan y deban seguir creciendo.
La propuesta de reparto del empleo incluyendo esa redistribución de la masa salarial no lo es de contentamiento con un reparto interno que se olvide de la pugna por el reparto entre salarios y beneficios. Lejos de ello, es la única forma de retomarla, y de retomar la confrontación, recuperando simultáneamente una paulatina recomposición de algún grado de unidad interno a los trabajadores. Ambos aspectos, el de la recomposición interna y el de la confrontación por el porcentaje de la masa salarial frente a los beneficios, deben estar incluidos y ligados.
En la actualidad viene sucediendo que ni el porcentaje de la masa salarial ni las condiciones laborales son defendibles con cinco millones de parados a la búsqueda desesperada de un empleo inexistente. Tampoco las garantías y servicios sociales son compatibles con el derroche en otras áreas mucho más superfluas, en las que la todavía mayoría social, aunque no seamos los principales agentes, no dejamos de participar. Necesitamos oto punto de partida. Aunque la mayoría social hemos participado en un segundo escalón de ese modelo productivista-consumista, esa participación nos hace parte de él y no nos separa lo suficiente de su aberración y cinismo. Podremos seguir gritando que “la crisis la paguen los ricos” o reivindicando en los programas la reducción a 35 horas de la jornada, hoy claramente insuficiente. Son fórmulas que no han funcionado, ni funcionarán en el futuro porque no se enfrentan a nuestra participación en el modelo y acaban incorporadas a esa zona de justificación-explicación, como parte del discurso imperante, como promesa entre otras promesas y como incumplimiento entre otros incumplimientos.
El reparto solo puede exigirse desde la predisposición a repartir, solo iniciándolo puede impulsarse.

jueves, noviembre 03, 2011

Pina 3D, bello espectáculo


No conocía de nada a Pina Bausch. Ni tengo especiales conocimientos de danza. Ni clásica, ni contemporánea. Y aunque he estado en varias ocasiones en Alemania, no sabría colocar Wuppertal en un mapa. Tampoco en esta blog he escrito de cine, aunque lo frecuento a menudo. Y sin embargo, hoy he visto Pina 3D de Wim Wenders. Y me ha parecido un bello espectáculo de danza, una preciosa película de cine y un emotivo personaje a una coreógrafa que repito no conocía; pero que a través de este bello homenaje me resulta una artista cercana y sorprendente.

Pina 3 D mezcla la solidez y la sencillez de un sentido homenaje de las personas que forman la compañía de la fallecida Pina. Voces en off sobre el sentimiento y el valor profesional y artístico de lo que Pina les aportó y la calidad de su trabajo entremezclados con distintas coreografías individuales y colectivas bien sobre el escenario o en diversos escenarios de la ciudad. Sorprende la edad de quienes bailan, bastante elevada para lo que podría pensar un profano como yo, y los diversos orígenes étnicos de quienes hablan que lo hacen en su propia lengua aportando un signo de multiculturalidad que expresa el valor del arte por el arte.

Y junto a esa sencillez, también la solidez técnica de la tecnología 3D, en ocasiones especialmente brillante y que parece introducirnos en el centro de la vorágine del baile. Se demuestra así que las tres dimensiones no son sólo para la animación o el cine de acción, abriendo nuevas rutas para la técnica.

Si a ello le sumamos una extraordinaria banda sonora, tenemos una bella película visual e incluso sensorialmente.

Quienes hablan de Pina y bailan lo que Pina ideó parecen dejar traslucir la personalidad de una persona enamorada del arte, que sabía transmitir a su compañía no sus propios deseos si no la idea de que ellos mismos debían trabajar y desarrollar libremente el papel que debían representar e interpretar.

Todo esto y mucho más es Pina 3D, un espectáculo a la altura de lo que promete. Una película que conmueve.