miércoles, octubre 16, 2013

"Entre amigos" de Amos Oz, vivir en un Kibutz

Este es el primer libro de Amos Oz que he leído, aunque no era un autor desconocido. Su trayectoria internacional como escritor y su militancia pacifista compartida con el también escritor David Grossman le coloca como uno de los autores israelíes más conocidos en Europa.

En cualquier caso si decidí leer Entre amigos no fue por curiosidad literaria o al menos no sólo por eso. Leyendo la solapa de este libro editado por Siruela pude leer que la trama del mismo se centraba en una serie de episodios y personajes que viven en un kibutz imaginario llamado Yikhat. De repente recobré la curiosidad por la cuestión de los kibutz, así que me pareció que leer un pequeño libro de cuentos de un autor que también paso su infancia en uno de ellos podía ser una buena manera de conocer algo más sobre este sistema de vida colectiva.

Quizás junto a las colectividades libertarias de la guerra civil española, los kibutzs son una de las experiencias de existencia colectiva más exitosa que se conoce. Aunque también habría que citar los koljoses y los sovjoses soviéticos, de los que ciertamente tampoco tengo mucha idea.

El libro literariamente está bien. Sin grandes alardes. Lo cierto es que evoluciona de menos a más y a lo largo de los diferentes cuentos va presentando distintos personajes que irán reapareciendo en los capítulos siguientes. Sin embargo, estas historias mínimas, algunas meras anécdotas, otras más trascendentes; no acaban de cerrarse al final y quizás ahí está el principal déficit del libro de Amos Oz, que deja demasiadas cosas en el aire.

Sin embargo, la obra sí que es satisfactoria a la hora de conocer algunas cosas sobre el tema de los kibutz. Por ejemplo las divergencias que se presentan en la asamblea general en torno a si los hijos de las parejas deben de dormir con sus padres o todos ellos en un dormitorio colectivo para niños y niñas. Duermen en uno colectivo. Si los niños son hijos de sus padres o de todo el kibutz. En principio serán hijos de sus padres que serán los primeros en acompañarlos en el dormitorio colectivo; pero son responsabilidad de toda la comunidad, lo que implica que todos se deben rotar para dormir con ellos. Que los niños y las niñas se duchan juntos hasta los 12 años, lo que hace que sus relaciones personales posteriores sean mucho menos problemáticas.

Estas son características de este kibutz concreto porque cada kibutz tenía la potestad para decidir sus propios principios y normas. La asamblea es decisoria. No se ocultan debates como la dificultad para que los jóvenes cursen estudios superiores, puesto que tienen que trabajar 3 años al acabar la educación básica, y transcurrido ese tiempo la asamblea decidirá si permitirá cursar estudios fuera o no, e incluso qué puede o debe estudiar. Tampoco polémicas sobre la influencia personal de algunos líderes. Su capacidad para imponer su postura a la asamblea. Los celos y rencores personales que acaban influyendo en el transcurrir de la vida comunitaria. Las rupturas sentimentales. El que algunos se definan como ateos pero hayan convertido el marxismo en una nueva religión. El autoritarismo de algunos principios políticos que se consideran inmutables. La ruptura del modelo original con la llegada a cargos de ejecución y gestión de jóvenes que no participaron en la fundación del mismo.
En definitiva un montón de temas interesantes que no son criticas, si no realidades sobre las que reflexionar cuando estudiamos un modelo de vida y organización social tan distinto.

Mención aparte merece el último cuento “Esperanto” protagonizado por un viejo anarquista de origen holandés Martin Vanderberg gravemente enfermo y que lanza en ese cuento dos ideas que me parecen dignas de mención.

Una: “Martin le respondió que todos los gobiernos, sin excepción, eran completamente inútiles y nuestro gobierno por partida doble, porque los judíos ya le habían demostrado al mundo que un pueblo puede existir e incluso gozar durante miles de años de un gran florecimiento espiritual y cultural sin necesidad de ningún gobierno”.

Dos: “En el fondo la muerte también era anarquista. `Al fin y al cabo la muerte no tiene ningún respeto por la clase social, la riqueza, el poder ni el nivel de estudios, todos somos absolutamente iguales a sus ojos´.”

Hoy en día continúan existiendo Kibutz en Israel. Incluso se dice que en los últimos años viven un cierto resurgir. Muchos, como diría algún protagonista de esta novela, se han aburguesado. Ya no todos son de izquierdas, es más algunos los habitan extremistas de derecha; pero muchos de ellos continúan demostrando que otro tipo de modo de vida, que otra forma de organizarse con éxito es posible.

En enero de este 2013 El País Semanal publicaba un interesante reportaje sobre el renacimiento de esta experiencia de vida colectiva.

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