martes, septiembre 10, 2013

En la carretera, sobrevivir en un futuro postapocalíptico

Como comentaba en el post anterior, el verano es, al menos para mí, la ocasión idónea de recuperar viejas lecturas pendientes. Cierto que entre las últimas novedades publicadas también se encuentran títulos interesantes, pero dado que no hay tiempo para todo; mi sino particular es ir a rastras también con el mundo literario. ¡Qué se le va a hacer!

El título seleccionado en este caso era otro clásico de los últimos años. Se trata de La Carretera de Cormac McCarthy. El universo zombi ha adquirido extraordinario vuelo en los últimos años. Tanto en el cine (ahí está Guerra Mundial Z y sobre todo  la para mí extraordinaria película cubana Juan de los Muertos); como en el cómic donde Los Muertos Vivientes se ha convertido en un acontecimiento excepcional cuyo éxito ha continuado después en la televisión. Obviamente La Carretera no es una novela de zombis, pero su historia postapocalíptica la liga muy claramente a mi entender con este universo.

La historia de este padre y su hijo que vagan por las carreteras de EE.UU sin un horizonte definido, escondiéndose de otros seres humanos que han decidido acogerse al canibalismo para poder sobrevivir, con unos recursos prácticamente agotados está a mi entender muy claramente relacionada con Los Muertos Vivientes, un comic que yo definiría como extraordinario.

Y la única diferencia es que en La Carretera no hay zombis. Son muertos en vida, pero no muertos vivientes. Pese a lo que pudiera parecer, la situación en la novela es mucho más cruda. En el comic todavía hay visos de civilización, grupos que apuestan por colaborar para sobrevivir. E incluso existen más recursos de los que aprovecharse. La naturaleza permanece viva.

En La Carretera, tan sólo al final se intuye la posibilidad de que haya grupos que hayan apostado por el apoyo mutuo y no por la competencia. Los recursos son ínfimos. La naturaleza es un erial. La situación es, pues, mucho más grave y dolorosa para quienes han sobrevivido.

Pese a su prosa seca, básica y concisa, hay a mi entender varios aciertos en la novela de McCarthy. Son detalles nimios, pero que le conceden parte de su grandeza. El no saber cuál es la causa de semejante hecatombe. Es decir ceder parte de la comprensión de la trama al lector para que active su imaginación y lo haga libremente. Algo que siempre es muy de agradecer en el ejercicio literario. El dilema moral y existencial que pesa sobre los protagonistas. Hasta el punto de que la esposa también superviviente prefiriese suicidarse a continuar luchando, pese a dejar a su marido y su hijo de corta edad en el camino. El desconocimiento de si realmente existe una meta a alcanzar. Los dos momentos en que la suerte parece ponerse de su lado y la contradicción que supone seguir huyendo por temor a que establecerse sea un peligro. El contraste entre la bondad del niño como último refugio de ese sentimiento humano, la llama, frente al realismo del padre y la presencia verificable y cruda de la maldad, etc.

Todo ello hace de La Carretera una novela para reflexionar a medida que se lee. Ágil y absorbente. Sin una gran trama, pero con una historia eterna, aunque llevada al extremo: sobrevivir sin perder la dignidad, ni la humanidad.

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