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Creo que es la primera vez que al reflexionar sobre un libro no sé
muy bien cómo empezar a escribir. No sabría decir si este es un bueno o
malo. Si es una burla o una revelación. Una boutade o un salir del
armario. Un paso al frente o una rendición de cuentas. Lo que es
indudable es que es cuanto menos un libro sorprendente.
Alejandro
Gaytán de Ayala ha esperado a que trascurran tres décadas para publicar
sus diarios personales comprendidos entre los años 1977 y 1980. Pero…
¿Quién es Alejandro Gaytán de Ayala? En mi vida había escuchado tales
apellidos ni escuchado hablar de él, ni de su familia. Y sin embargo,
Alejandro era una de los dandis que habitaban en ese ghetto del éxito
económico y la endogamia política que es Neguri. Para quién no lo sepa, la isla más lujosa del conglomerado de poder que fue (¿y sigue siendo?) Getxo.
Isla
terrestre en la que habitaban, y habitan, buena parte, si no el todo de
esa élite económica que ya antes de la Dictadura, pero sobre todo
gracias al franquismo, se convirtió en la casta que gobernó (sin que
esto quiera decir que haya perdido su capacidad de influir en la
economía y la política) y se enriqueció gracias al sudor de miles y
miles de vascos, autóctonos y de adopción, en sus bancos, sus minas, sus
astilleros, sus siderurgias, sus eléctricas o sus papeleras.
Con
la transición, Neguri entraba en crisis sobre todo por su incapacidad
para apartarse de la identificación absoluta con el franquismo, al que
muchas de esas familias ya apoyaron durante el alzamiento, apoyo que
luego vieron recompensado en la influencia de sus empresas y bancos y el
acaparamiento de puestos políticos.
Todo eso aparece muy
bien retratado en los diarios de Gaytán de Ayala. La identificación con
una derecha clerical y rancia, aunque el protagonista sea homosexual con
un fuerte complejo e impacto psicológico, que oscila entre el apoyo a
AP y a UCD según oscile el péndulo anímico y las reservas más absolutas
hacia el nacionalismo democrático o radical, así como hacia el
obrerismo.
Con un fuerte sentido de clase e incluso racismo
económico. Un elitismo de clase que en las entradas de su diario le hace
defender intervenciones militares o al menos comprenderlas
intelectualmente e incluso el apartheid político y soluciones finales
para determinados espectros ideológicos.
En realidad, a
Alejandro sólo le interesa el dinero para no tener que trabajar, amenaza
que se cierne sobre él como su pesadilla más recurrente; el bridge y la
música. Hombre de extraordinaria cultura se pasa buena parte de estos
cuatros años eludiendo el trabajo, cobrando eso si su asignación como
miembro del consejo de la papelera familiar, viajando por Europa para
acudir a los principales circuitos musicales del continente: Salzburgo,
Múnich, Ginebra y por Paris y Londres para acudir al teatro, conciertos o
comprar libros.
Este libro que en ocasiones es un insulto y
en otras extraordinariamente divertido podría pasar por una anécdota,
por un caso único; pero los apellidos que circulan por las anotaciones
diarias del autor, personas con las que pasa sus días cenando, jugando
al bridge, disfrutando de espectáculos o simplemente alternando,
rápidamente nos hacen ver hasta qué punto fueron poderosos en una época,
y probablemente siguen siéndolo, y hasta qué punto compartían análisis:
José María de Areilza (omnipresente en la casa familiar de Markina),
Sota, Guell, Cambó, Ybarra, Ibarra, Icaza, Cavero, Oshea Botín,
Senillosa, Guimón, Rodezno, Garrigues, Oriol, Urquijo, Careaga, Ampuero,
Lequerica, Olarra, Arrue, muchos con sus respectivos títulos
nobiliarios… y un largo etcétera.
Por supuesto hay otras amistades llamativas y muy cercanas como Juan Cambreleng, Jerónimo Saavedra o el mismísimo Narcís Serra.
El
libro recoge también la efervescencia política del momento: mítines,
referéndums, elecciones, manifestaciones, violencia, Lemoniz…. Es un
retrato costumbrista de una minoría fuera de tiempo y de lugar que no
sabe cómo reaccionar ante la ruptura del statu quo del que tanto se han
beneficiado durante mucho tiempo.
Mención aparte merecen las
entradas situadas en la casa familiar de Markina que realmente resultan
sorprendentes al ver como un pueblo tan pequeño era hábitat habitual de
un círculo tan poderoso de personas; las referencias a su tratamiento
psicoanalítico y el prólogo de su primo Perico Ibarra, notable en su
análisis y en el que revela su propio origen psicosocial siendo como es
uno de los tótems de la progresía intelectual de Euskadi.
Podríamos
seguir diseccionando aspectos que aparecen en estos diarios, que
finalizan cuando el autor marcha a Lausana a trabajar en el COI. Pero en
definitiva baste con decir que es un libro que incluso publicado 30
años después de los hechos que recoge, debe de haber levantado ampollas
en su círculo social y que mientras se lee nos hace oscilar entre el
humor más inteligente, la sorpresa y el asco. Y eso desde luego no es
poca cosa para un libro.