Ayer jueves por la noche, prácticamente en vísperas del 8 de Marzo tuve la oportunidad de ver un documental de esos que conmueven e impactan por igual. Se trataba de Pussy Riot, una plegaria punk de Mike Lerner y Maxim Pozdorovkin.
Conocía lo básico sobre Pussy Riot: una banda de punk femenino que había actuado en el altar de la Catedral de Cristo Salvador en Moscú y habían sido detenidas y encarceladas por tamaño delito. Lo poco que sabía me había llegado a través de los mass media, así que pensando que todo lo que tocan lo convierten en circo mediático le había prestado poca atención. Craso error.
Pussy Riot no eran una banda de trepas en busca de fama internacional. Para empezar ni siquiera son una banda al uso. Pussy Riot es un grupo colectivo de intervención artística y revuelta social y feminista. Un colectivo en el que en algún momento podían actuar 4 personas, como en el ataque a la Catedral u otro numero cualquiera de personas según la acción que planifiquen.
A los medios saltaron 3 de sus componentes porque esa fue la cifra de detenidas tras la actuación, aunque en la misma participaron 4 personas. A la cuarta componente parece que la policía no logro identificarla.
Las chicas de Pussy Riot, valientes y cultas, inteligentes y atrevidas hasta lo emocionante ya habían declarado la guerra al status quo ruso anteriormente y desde el colectivo de agitación cultural Voina. Como besando sorpresivamente a las policías que se encontraban por la ciudad, o practicando sexo en directo en el Museo de Ciencias Naturales. Sorprenden e impactan las imágenes de estas acciones que se intercalan en el documental.
Ni en las vistas de fianza, juicio y apelación van a dejar de defender aquello en lo que creen. Y lo van a hacer con la misma clase, orgullo, compostura y firmeza que lo hacían antes de que las apresaran. Sobradas de argumentos y denunciando la persecución política que sufren por ser mujeres, jóvenes, feministas, luchadoras, radicales, librepensadoras y amantes de la libertad. Todo lo contrario de quienes las odian y persiguen.
En cuanto al trabajo de Lerner y Pozdorovkin hay que decir que se trata de un documental sobrio, centrado en el fondo y no en la estética, pero sobre todo honesto y equilibrado. Podrían haber hecho un panfleto, pero dejan hablar a las Pussy Riot y a sus oponentes. A sus familias y a los abogados acusadores. Dejando que cada cual se retrate con sus argumentos. Con muy pocas escenas preparadas para la ocasión y una gran cantidad de testimonios públicos, lo que impide que se les acuse de manipulación y entrega.
Verdaderamente un trabajo estimulante y digno de elogio el de los realizadores y admirable y digno de solidaridad el de Pussy Riot. Para no perdérselo.
P.S. Lamentablemente también ayer se anunciaba que dos de las componentes de Pussy Riot habían sido atacadas por un grupo de jóvenes. Un argumento más para apoyarlas.
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