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Y sin embargo, hay algo en esta novela que no acaba
de cuajar. No es desde luego la habilidad de Aramburu como escritor lo que
está en duda. Ni tampoco la trama de la misma, que aunque sencilla es, como
decimos, más que digna de ser leída. Hay algo latente que hace que un
cierto regusto flote en torno a su lectura. Desde luego, Aramburu, quien vive
en Alemania, cae en el reduccionismo fácil de una cierta forma de entender y narrar lo
acaecido en el País Vasco en los últimos 40 ó 45 años. No está el fallo en una
postura legitima, por ética, de escribir lo que en esta parte de la tierra ha
sucedido; si no quizás en la facilidad con que en ocasiones cae en un reduccionismo habitual de la crítica fácil no tanto de la violencia prácticada
por ETA, si no más bien de despreciar un sentimiento que, compartido o no, existe en el
País Vasco y es tan legítimo como cualquier otro. Hay en ese terrero algún
desbarre por parte del autor, propio además más bien de un posicionamiento más característico
de un sector ultra del nacionalismo español, que de una crítica serena y
reflexionada.
Pero esto aunque pueda gustar más o menos al lector, incluso
puede que muchos lo compartan no es el talón de Aquiles de la novela, pese a
que a mi entender contribuye a minorar su valor como reflejo de una época. Hay
algo en la propia actitud del narrador, quien en varias ocasiones a lo largo de
las notas que se intercalan en la narración, acierto estilístico por otra
parte; otorga a la propia obra de palabra y de facto el carácter de narración
menor. Y con la lectura en marcha parece que realmente lo que podría ser una
gran novela deviene en aventura estilística de menores vuelos. Una lástima porque la historia está compuesta de interesantes mimbres que podrían
haber proporcionado mejor resultado si el autor, con capacidad más que
demostrada, lo hubiese deseado. Aún así, lectura aconsejable.
Como anécdota ese hermano de Vicente Barriola que enrolado
en las milicias de la CNT aparece brevemente reseñado en uno de los primeros
capítulos del libro. Anécdota o no tanto porque conocido es, o debiera serlo al menos, el destacado papel
que jugaron los libertarios gipuzkoanos en Donostia y alrededores antes de la guerra y
hasta la caída del frente. Aunque esa es otra historia….